lunes, 2 de diciembre de 2019

"Vamos alegres a la casa del Señor"...


Oración escrita por el Beato Tito Brandsma el 12-13 de febrero de 1942 
delante de una estampa de Jesús, en la cárcel de Scheveningen.

Cuando te miro, buen Jesús, advierto
en ti el amor del más querido amigo,
y siento que, al amarte yo, consigo
el mayor galardón, el bien más cierto.

Este amor tuyo -bien lo sé- produce
sufrimiento y exige gran coraje;
mas a tu gloria, en este duro viaje,
sólo el camino del dolor conduce.

Feliz en el dolor mi alma se siente:
la Cruz es mi alegría, no mi pena;
es gracia tuya que mi vida llena
y me une a ti, Señor, estrechamente.

Si quieres añadir nuevos dolores
a este viejo dolor que me tortura,
fina muestra serán de tu ternura,
porque a ti me asemejen redentores.

Déjame, mi Señor, en este frío
y en esta soledad, que no me aterra:
a nadie necesito ya en la tierra
en tanto que Tú estés al lado mío.

¡Quédate, mi Jesús! Que, en mi desgracia,
jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia
y todo lo embelleces con tu gracia!

Resultado de imagen de ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!

La liturgia de adviento se balancea entre la promesa y el cumplimiento... Jesús es la gran promesa cumplida... y en Jesús, el Padre manifiesta su poder y fidelidad... Acerquemos el oído del corazón al canto del profeta Isaías, y descansemos la mirada en el Jesús del evangelio que pasa haciendo el bien y curando heridas con que nos selló el pecado nublándonos el horizonte, e impidiéndonos avanzar por el camino de la vida, peregrinos...

Dejemos que la esperanza nos acaricie la fe y acojamos la vida que late detrás de lo caduco que no es más que apariencia... Acojamos la gracia de un nuevo adviento con actitud vigilante... afinemos la percepción para reconocer a Dios-con-nosotros en los mil gestos donde se encarna, abriéndonos caminos nuevos en el milagro prolongado de lo cotidiano...

Volvamos a rezar con la liturgia, un día más, el salmo 121, acercándonos al Señor, abriéndonos a la gracia, rindiéndonos a su Voluntad... 

"¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. 

 Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor.

Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. 

 Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». 

 Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien" (Salmo 121)...

Resultado de imagen de Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén

Unamos a la oración por los enfermos del blog, el deseo de Dios para cada uno, la fe renovada en las promesas que Dios cumple cada día... Que por la fe de cada uno, la comunión de los santos y la intercesión del Beato Tito, veamos cumplir en nosotros la Palabra proclamada hoy en el evangelio y sean curados todos de la enfermedad... No nos olvidemos que Jesús alaba la fe que hace posible a Dios manifestar su poder en la debilidad de nuestras necesidades...
"confiando en el Señor, no me he desviado"...

Beato Tito, ruega por nosotros...

Señor Dios nuestro amante de la vida y de la libertad, que guiaste a tu siervo Tito a través de la noche oscura del sufrimiento, concediéndole una constancia invicta en las persecuciones. Te doy gracias por haber glorificado en la iglesia a tu humilde siervo el Beato Tito Brandsma; haz que su ejemplo suscite en muchas almas, renovadas interiormente por la fuerza de tu Espíritu, el compromiso de trabajar por la defensa de la Verdad, rehusando a todo compromiso con el error, y así lograr la verdadera libertad de los hijos de Dios. Concédenos la gracia de su canonización y el favor que te pedimos por su intercesión. Amen.

Padrenuestro – Ave María – Gloria …

6 comentarios:

  1. “VAMOS ALEGRES A LA CASA DEL SEÑOR”
    Salmo 121

    De nuevo la fe eje central del cristianismo, de la salvación de todos los hombres del mundo. En el evangelio de hoy, la fe del centurion salva a su criado de la muerte. Ya hemos dicho muchas veces que sólo la fe es capaz de cambiar la voluntad de Dios. Fe con humildad, como la del centurión, que se humilla ante un simple judío, Jesús, que aunque hoy sabemos quién es, en aquel momento, para el mundo romano, no era más que un judío al que seguían multitudes por sus palabras y sus obras.

    “Pero el centurión le replicó:
    Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano”... (Mt 8,5-11)

    Estas palabras del centurión, muy familiares para nosotros los cristianos, que se pronuncian inmediatamente antes de la Comunión en la Santa Misa, quizás en el momento más importante de esta celebración, podemos adaptarlas a nuestras súplicas, así: Señor, no somos dignos de que entres en nuestras casas, pero una sola palabra tuya bastará para curar a nuestros enfermos. Señor, esa es nuestra fe y lo creemos sin ningún tipo de dudas, confiamos en ti plenamente y por el amor que te tenemos y por el amor a la Virgen María te pedimos por la intercesión del Beato Tito Brandsma. Amén

    ResponderEliminar
  2. Por nuestros enfermos. Padrenuestro. Ave María. Gloria. Virgen del Carmen, ruega por todos.

    ResponderEliminar
  3. Acabamos de entrar en tiempo de Adviento, tiempo de espera en la que Jesús encarnado tomará forma de un hermoso y tierno bebé que vendrá al mundo para comenzar a edificar el Reino de Dios.

    Las lecturas de la liturgia de hoy se nos presentan con un elemento común unitivo entre ellas. Este elemento es la casa, casa vista como morada, casa vista como lugar interior de transformación.

    En la primera lectura se nos habla de la casa de Dios y ésta viene simbolizada por ese monte donde todas las naciones confluirán para ser instruidas en la justicia, el amor y la paz divina. Esta casa de Dios es un lugar de transformación interior, un lugar en el que la guerra se vuelve paz y donde el odio se vuelve amor.



    “De las espadas forjarán arados,

    De las lanzas, podaderas.

    No alzará la espada pueblo contra pueblo

    No s adiestrará para la guerra”



    El que camina hacia esta casa, el que camina hacia la casa de Dios, caminará hacia la “Luz del Señor”.



    En la segunda lectura, sin embargo, la casa a la que se nos hace referencia es el hogar de un centurión romano, de un pagano que no pertenece a Israel, no pertenece a los elegidos del pueblo de Dios. En esta lectura Mateo nos vuelve a exponer en primer plano el tema de la fe en la figura de este centurión, la suya, a pesar de ser un pagano es una fe a ciegas, una fe que no necesita presencia física para creer, una fe incondicional. ¡Qué lección nos enseña hoy este centurión romano con su actitud!. Este centurión nos presenta un sentimiento de humildad extrema, ya que no se encuentra ni siquiera digno de ser visitado en su casa por Jesús.



    “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”



    Para él las solas palabras de Jesús intermediada por los suyos es suficiente para creer su poder salvífico, para él las palabras de Jesús intermediadas por los suyos es suficiente para creer incondicionalmente en el Hijo de Dios hecho Hombre, para ser consciente de que Jesús es el Mesías único y verdadero durante tanto tiempo esperado por su pueblo y aquél que tiene poder de curación por la obra y gracia otorgada por su Padre.

    ¿Es nuestra fe tan fuerte y poderosa como la de este centurión?. ¿Somos nosotros también conscientes de la grandeza de Jesús, de su fuerza y su poder salvador, aun cuando sólo escuchemos sus palabras, como este pagano?

    Jesús está dispuesto a entrar en la casa de este centurión y curar la parálisis de su siervo. ¿Estamos dispuestos nosotros también que Jesús entre en nuestra casa, en nuestra morada, en nuestro interior y nos cure nuestras parálisis del alma?. ¿Estamos nosotros dispuestos a que Jesús entre en nuestra casa, en nuestro ser más profundo y haga morada en ella con sus palabras y su ejemplo?. ¿Estamos nosotros dispuestos a que Jesús entre en nuestra casa y nos la inunde de la fe incondicional que profesa este centurión?.

    Dejemos entrar a Jesús en nuestra casa que es nuestro corazón, abrámosle las puertas de par en par y dejemos que nos inunde de brisa fresca todas las estancias de nuestra alma.



    ¡Qué alegría cuando me dijeron:

    “Vamos a la casa del Señor”!



    Así comienza el salmo de hoy, que esa alegría sea recíproca, alegría cuando como en la primera lectura nos dirijamos a la casa de Señor, pero alegría también como en la segunda, cuando lo recibamos en la nuestra, cuando lo recibamos en nuestra morada, cuando lo recibamos en nuestro corazón.

    Y que en nuestros corazones, unidos por la comunión de todos los santos, reine el deseo común de la oración conjunta para nuestros enfermos. Entre todos podremos hacer más fuerte nuestro clamor, nuestra súplica, nuestro deseo de sanación para todos ellos. Hoy me gustaría incluir a una joven, a Inés, que está atravesando momentos complicados pero que sin duda con la ayuda y la intercesión de nuestro beato Tito su camino será más liviano y soportable.





    ResponderEliminar