miércoles, 1 de junio de 2022

San Titus Brandsma, ruega por nosotros...


Oración escrita por San Titus Brandsma el 12-13 de febrero de 1942 
delante de una estampa de Jesús, en la cárcel de Scheveningen.

Cuando te miro, buen Jesús, advierto
en ti el amor del más querido amigo,
y siento que, al amarte yo, consigo
el mayor galardón, el bien más cierto.

Este amor tuyo -bien lo sé- produce
sufrimiento y exige gran coraje;
mas a tu gloria, en este duro viaje,
sólo el camino del dolor conduce.

Feliz en el dolor mi alma se siente:
la Cruz es mi alegría, no mi pena;
es gracia tuya que mi vida llena
y me une a ti, Señor, estrechamente.

Si quieres añadir nuevos dolores
a este viejo dolor que me tortura,
fina muestra serán de tu ternura,
porque a ti me asemejen redentores.

Déjame, mi Señor, en este frío
y en esta soledad, que no me aterra:
a nadie necesito ya en la tierra
en tanto que Tú estés al lado mío.

¡Quédate, mi Jesús! Que, en mi desgracia,
jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia
y todo lo embelleces con tu gracia!


5. La fuerza de los pequeños y de los que saben amar.

Amar a los amigos es propio de todos –escribió Tertuliano– pero amar a los enemigos, solo de los cristianos. Para el profesor Brandsma, el perdón no era un signo de debilidad, sino un signo heroico propio de personas con grandeza de espíritu. Tito brilló como un auténtico servidor de la reconciliación. El perdón verdadero –advierte– es una decisión sobrenatural que tiene su raíz en el mismo Dios, no en las fuerzas del hombre. No era fácil vivir ese espíritu de reconciliación en la Europa febril y convulsa que le tocó vivir. El cristiano –según Brandsma– no puede someterse al fatalismo de excluir el perdón de la vida política y de las relaciones internacionales marginándolo a la esfera privada. Tito insistirá en la fuerza transformadora del perdón. En su célebre homilía, el 16 de julio de 1939, en una eucaristía en honor de San Bonifacio y San Willibrordo, elevó un verdadero canto al amor al enemigo. Sus palabras de denuncia a la mentalidad belicista fueron muy directas: “Vivimos en un mundo que condena el amor como una debilidad que hay que superar. No es el amor –dicen algunos– lo que hay que cultivar, sino las propias fuerzas: que cada uno sea lo más fuerte posible, y que los débiles perezcan... Os vienen con esta doctrina, y no faltan incautos que la aceptan de buena gana…”.
Tito no sólo predicó el perdón; él mismo, con su muerte, fue, al final de sus días, un ‘sacramento del perdón’. Tizia (pseudónimo de la enfermera que le inyectó el ácido fénico) relata que la mansedumbre y la mirada compasiva de Tito (cf. Is 53,7) le llevaron a sentir la misericordia de Dios y a nacer de nuevo. El fraile carmelita era consciente de que el odio no es una fuerza creativa: solo lo es el amor. En el proceso de beatificación, Tizia testificó, afirmando: “[Tito] sintió compasión de mí…”. “Su mirada no mostraba el más mínimo odio… El que lo veía podía intuir que en él había algo sobrenatural”. “Me entregó su corona de rosario para enseñarme a rezar. Le respondí que no sabía y que, por lo tanto, no lo necesitaba. Me dijo que, aunque no supiera rezar, podía, al menos, recitar la segunda parte del Ave María: ‘Ruega por nosotros, pecadores’”. Con Tito, al igual que con otros presos, se hicieron experimentos en la enfermería –cuenta Tizia– y él era consciente de ello. En cierta ocasión exclamó: “¡Hágase tu voluntad, Señor, y no la mía!”, lo cual impresionó a la joven enfermera. Un colega suyo, y profesor también en la Universidad de Nimega, Robert Regout, SJ, escribió que “Brandsma había muerto como había vivido. No murió sin más.Brandsma estuvo unido a Cristo, imitándolo hasta el último suspiro”. La vida de Tito Brandsma es un altavoz de la reconciliación. Ya en la cárcel, al final de sus días, y con letra temblorosa, dejó escrito un mensaje emocionante y conciliador: “¡Dios salve a Holanda! ¡Dios salve a Alemania! ¡Ojalá Dios conceda a estos dos pueblos volver a caminar en paz y en libertad y reconocer su Gloria para el bien de estas dos naciones tan cercanas!”.
                                                            -Carta del Prior General a la Familia Carmelita-


Sigamos encomendando a nuestro enfermos a su poderosa intercesión y demos gracias a Dios por su testimonio y por su canonización.

San Titus Brandsma, ruega por nosotros:

"Dios de la paz y de la justicia,
Tú que abres nuestros corazones al amor
y a la alegría del Evangelio
incluso en medio de las innumerables formas de violencia
que pisotean la dignidad de nuestros hermanos y nuestras hermanas,
ayúdanos con tu gracia,
para que, como san Titus Brandsma,
podamos con compasión, ver más allá de los horrores de la injusticia,
y contemplar tu gloria que resplandece a través de los mártires
de todos los tiempos, y ser así tus testigos auténticos en el mundo de hoy. Amén".