martes, 31 de mayo de 2022

San Titus Brandsma, ruega por nosotros...


Oración escrita por San Titus Brandsma el 12-13 de febrero de 1942 
delante de una estampa de Jesús, en la cárcel de Scheveningen.

Cuando te miro, buen Jesús, advierto
en ti el amor del más querido amigo,
y siento que, al amarte yo, consigo
el mayor galardón, el bien más cierto.

Este amor tuyo -bien lo sé- produce
sufrimiento y exige gran coraje;
mas a tu gloria, en este duro viaje,
sólo el camino del dolor conduce.

Feliz en el dolor mi alma se siente:
la Cruz es mi alegría, no mi pena;
es gracia tuya que mi vida llena
y me une a ti, Señor, estrechamente.

Si quieres añadir nuevos dolores
a este viejo dolor que me tortura,
fina muestra serán de tu ternura,
porque a ti me asemejen redentores.

Déjame, mi Señor, en este frío
y en esta soledad, que no me aterra:
a nadie necesito ya en la tierra
en tanto que Tú estés al lado mío.

¡Quédate, mi Jesús! Que, en mi desgracia,
jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia
y todo lo embelleces con tu gracia!


4. “Dichosos los que trabajan por la paz …” (Mt 5,9).

Tito destacó por ser un artesano de la paz. En una de sus conferencias más famosas (Deventer, 1931) resaltó con empeño que trabajar por la paz no es sólo tarea de los gobernantes o de los políticos. Insistió que todos somos corresponsables y podemos hacer más a favor de la paz. El pensamiento de Tito Brandsma está lejos del pesimismo antropológico que se resigna a creer en el adagio “si vis pacem, para bellum” (si quieres la paz, prepárate para la guerra). Se resistió a pensar que a una guerra le tiene que suceder necesariamente otra. Nunca han faltado –subrayará Brandsma– en la historia de la humanidad “heraldos” que han anunciado y han trabajado por la paz. Asumió decididamente su referencia a Cristo como “Rey de la paz” y “mensajero de la paz”. El “shalom” bíblico –apunta– no es sólo un buen deseo o la ausencia de dificultades. La paz de Cristo resucitado no es un frágil acuerdo superficial, sino un hondo sentimiento de reconciliación, mansedumbre, amor, longanimidad, paciencia, confianza… que transforma las realidades sociales, políticas y económicas. Tito, con valentía, advierte que, si no hay una conversión verdadera, que ponga la paz en el centro del corazón de cada hombre y mujer, y, por consiguiente, en el alma de las sociedades, el estallido de una nueva guerra es sólo cuestión de tiempo (como así fue, y, lamentablemente, sigue siendo).
Tito vaticinó que una especie de “egoísmo colectivo” lleva a las naciones a buscar sólo su propio bien, aunque para ello tengan que pisotear los derechos del prójimo. Cristo, en cambio, no construye muros ni establece fronteras que dividen (cf. Ef 2,14-15). “La paz es posible” – insistirá– y rechazará la idea, fácilmente manipulable por determinadas ideologías, de que la guerra y la violencia son inevitables porque son inherentes a la condición humana. De hecho, en varias ocasiones reflexionó sobre la responsabilidad que tiene la prensa católica en la sociedad moderna para impulsar la paz, denunciando el armamentismo, la xenofobia o la exaltación de la nación o de la raza. No olvidemos que Tito fue apresado por defender la independencia de los medios de comunicación católicos, al oponerse a que la prensa católica publicase la propaganda nacionalsocialista. Se trata de un testimonio maravilloso en la llamada ‘era de la posverdad’, en la que abundan ‘noticias falsas’ que manipulan la opinión pública. Tito, con valentía, se resiste a compartir el pensamiento de aquellos que consideran que ‘la primera víctima de una guerra es la verdad’, y anunciará que sólo la verdad nos puede hacer libres (cf.
Jn 8,31): “Después de las iglesias, la prensa es el mejor púlpito para predicar la verdad, y no sólo para responder a aquellos que nos atacan, sino para proclamar la verdad días tras día… La prensa es la fuerza de la palabra contra la violencia de las armas… Es la fuerza de nuestra lucha por la verdad”.
Para Brandsma la prensa no es un instrumento de combate al servicio de una ideología o de un poder, sino un instrumento de encuentro, de diálogo, de búsqueda honesta y sincera de la verdad. El periodismo es una tarea que exige una cierta actitud interior. Muy bien lo supo captar el Papa Juan Pablo II, quien, en una alocución a los representantes de los periodistas de Italia y del extranjero, que tuvo lugar en febrero de 1986 incidió en este aspecto místico y espiritual de la figura de Tito Brandsma:

“El respeto por la verdad exige un compromiso serio, un esfuerzo cuidadoso y escrupuloso de búsqueda, de verificación y de valoración… Aquí surge espontáneamente la figura heroica del sacerdote carmelita Tito Brandsma, al que he tenido el gozo de inscribir entre los Beatos. Periodista valeroso, internado y muerto en un campo de muerte por su defensa infatigable de la prensa católica, él permanece como el mártir de la libertad de expresión contra la tiranía de la dictadura…”
                                                                     -Carta del Prior General a la Familia Carmelita-


Sigamos encomendando a nuestro enfermos a su poderosa intercesión y demos gracias a Dios por su testimonio y por su canonización.

San Titus Brandsma, ruega por nosotros:

"Dios de la paz y de la justicia,
Tú que abres nuestros corazones al amor
y a la alegría del Evangelio
incluso en medio de las innumerables formas de violencia
que pisotean la dignidad de nuestros hermanos y nuestras hermanas,
ayúdanos con tu gracia,
para que, como san Titus Brandsma,
podamos con compasión, ver más allá de los horrores de la injusticia,
y contemplar tu gloria que resplandece a través de los mártires
de todos los tiempos, y ser así tus testigos auténticos en el mundo de hoy. Amén".