jueves, 2 de junio de 2022

San Titus Brandsma, ruega por nosotros...


Oración escrita por San Titus Brandsma el 12-13 de febrero de 1942 
delante de una estampa de Jesús, en la cárcel de Scheveningen.

Cuando te miro, buen Jesús, advierto
en ti el amor del más querido amigo,
y siento que, al amarte yo, consigo
el mayor galardón, el bien más cierto.

Este amor tuyo -bien lo sé- produce
sufrimiento y exige gran coraje;
mas a tu gloria, en este duro viaje,
sólo el camino del dolor conduce.

Feliz en el dolor mi alma se siente:
la Cruz es mi alegría, no mi pena;
es gracia tuya que mi vida llena
y me une a ti, Señor, estrechamente.

Si quieres añadir nuevos dolores
a este viejo dolor que me tortura,
fina muestra serán de tu ternura,
porque a ti me asemejen redentores.

Déjame, mi Señor, en este frío
y en esta soledad, que no me aterra:
a nadie necesito ya en la tierra
en tanto que Tú estés al lado mío.

¡Quédate, mi Jesús! Que, en mi desgracia,
jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia
y todo lo embelleces con tu gracia!


6. “Que tome su cruz, y me siga” (Mt 16,24).

No hay amor, entrega y sacrificio que no conlleve su dosis de cruz. Tito se sumó a aquellos que en el Carmelo profesaron una íntima devoción por la cruz (S. Juan de la Cruz, Sta. María Magdalena de Pazzi, el Bto. Angelo Paoli, Sta. Teresa Benedicta de la Cruz…). El místico descubre que si algo caracteriza al ser humano es la vulnerabilidad, es decir, la capacidad de ser herido por los otros. En el sufrimiento podemos darnos cuenta cuánto amamos y, también, cuánto se nos ama. Tito fue un apasionado de Dios y de la humanidad. De hecho, al igual que Jesús, él mismo fue traspasado (cf. Jn 19,34), y el misterio de la cruz se prolongó en su vida, siendo víctima de la violencia, el mal y la injusticia. Ya antes lo había enseñado en las aulas universitarias: “Hay mucha gente que sueña con un misticismo edulcorado, sin caer en la cuenta que Dios, que busca nuestra unión, emprendió un camino que incluía la muerte en cruz”. “La ayuda de Dios es necesaria –dirá en otra ocasión– pues ante el sufrimiento no somos más que pobres hombres”. A veces se cuestiona: “Me pregunto si no serán necesarios en nuestra época hombres y mujeres que acepten tomar sobre sus hombros el sufrimiento del mundo”.
Llama la atención su particular devoción a la contemplación de la pasión de Cristo y la defensa que hizo del viacrucis del pintor expresionista belga Albert Servaes, en el que Cristo era representado como un hombre débil, famélico y extenuado. Las autoridades eclesiásticas se escandalizaron de aquellos grabados y prohibieron su exposición. Tito, en medio de la polémica, lo apoyó, afirmando que el cuerpo sufriente de Cristo se prolonga en cada persona herida y golpeada.
Incluso estando en la cárcel de Scheveningen, nuestro carmelita escribió un comentario al viacrucis para el santuario de san Bonifacio en Dokkum, su tierra natal. Curiosamente, falta la última estación. Tal vez al P. Tito no le dio tiempo a escribirla, puesto que le enviaron al campo de distribución de Amersfoort, y se perdió entre los papeles que fueron devueltos a la familia.
Quizás, Brandsma, anticipaba, sin saberlo, su propio destino: tampoco él sería sepultado en una tumba, sino que sus cenizas se mezclarían con las de tantos prisioneros, y serían esparcidas por los campos cercanos al Lager de Dachau. Compartió, así, el destino de tantos carbonizados en Hiroshima y Nagasaki, el de las víctimas de los Gulags, el de las Torres Gemelas de Nueva York, el genocidio de Ruanda, Camboya, Bosnia-Herzegovina… o el de tantas otras víctimas de la barbarie en sus diversas formas en el pasado siglo XX, a las que, por desgracia, se empiezan a añadir las del siglo XXI.La cruz deja en evidencia, por un lado, la fragilidad humana, la existencia del mal, el dolor; por otro lado, la fuerza y la capacidad de amar, como reflejo del inmenso amor de Dios para con el hombre. Amor y dolor van siempre juntos. ¿Qué significa cargar con la cruz? No se trata de ser masoquistas y comprobar hasta dónde podemos aguantar el sufrimiento. En la cruz constatamos nuestra capacidad de amar gratuita e incondicionalmente y hasta dónde estamos dispuestos a compartir, acompañar y consolar al prójimo. En aquellas circunstancias extremas, el beato Tito hizo de la misericordia y de la compasión el centro de su predicación.
                                                             -Carta del Prior General a la Familia Carmelita-


Sigamos encomendando a nuestro enfermos a su poderosa intercesión y demos gracias a Dios por su testimonio y por su canonización.

San Titus Brandsma, ruega por nosotros:

"Dios de la paz y de la justicia,
Tú que abres nuestros corazones al amor
y a la alegría del Evangelio
incluso en medio de las innumerables formas de violencia
que pisotean la dignidad de nuestros hermanos y nuestras hermanas,
ayúdanos con tu gracia,
para que, como san Titus Brandsma,
podamos con compasión, ver más allá de los horrores de la injusticia,
y contemplar tu gloria que resplandece a través de los mártires
de todos los tiempos, y ser así tus testigos auténticos en el mundo de hoy. Amén".